Era un día como hoy pero de 1991. Santiago
Legizamón era asesinado. Visiblemente emocionado, Óscar Acosta realizaba la
crónica por televisión. Óscar estaba de cumpleaños. Hoy también cumple un año
más de vida… afortunadamente.
Afortunadamente sigue vivo. Pero él y
todo/as lo/as que defendemos la verdad corremos peligro. Y es que las mafias
asesinas de Santiago siguen monopolizando el poder.
Lo/as trabajadore/as de prensa quisieran
denunciarlas. Pero están amordazado/as, porque sus empleadoras, las empresas de
comunicación social, no enfrentan a las mafias. Es su estrategia de
supervivencia.
Es más, su estrategia consiste en ser
funcionales a los intereses de quienes detentan el poder, el permanente y el
transitorio, vale decir lo/as mafioso/as y lo/as gobernantes.
Por eso, ni siquiera un inofensivo
comentario sobre le ejecución presupuestaria de instituciones públicas, tiene
espacio de prensa. ¡Imagínense si publicarán “qué pasó en Curuguaty”!
Cultura venal
Sin embargo, la postura empresarial no es
nada frente a la cultura venal de la sociedad. ¿Cuántas veces vemos a la gente
común enorgullecerse de “no hacer política”? ¿Cuántas veces nuestros seres
queridos nos aconsejan “no meterse en problemas, evitar temas conflictivos, no
publicar cosas que pueden comprometernos”?
En el inconsciente colectivo navega la idea
de que nos irá bien toda vez que nos orientemos hacia donde sopla el viento. Y sin
embargo, esa es la forma más segura de hacer una sociedad cada vez más
mezquina, individualista, desunida. La forma más segura de sepultarnos.
Si la verdad es disfuncional al sistema, no
mintamos, cambiemos el sistema. Pero no lo hagamos individualmente, sino a
través y con el respaldo de nuestros respectivos grupos de pertenencia. Debemos
preservar la cohesión interna de nuestro gremio, y conquistar el apoyo y la comprensión de
nuestro entorno y amigo/as.
De lo contrario, terminarán ganándonos la
guerra las mafias asesinas de Leguizamón, que ya nos vienen ganando varias
batallas.